jueves, 26 de febrero de 2009

La crisi dels grans paradigmes

1- “Hacer historia consiste en construir hipótesis suficientemente operativas para explicar el pasado”.

Desde el s.XIX, cuando un conjunto de estudiosos se plantearon la posibilidad de convertir la historiografía en una disciplina científica advirtieron que debían establecer un procedimiento y seguir unos pasos para obtener el conocimiento y explicarlo. Será el método científico mediante el cual se formularán hipótesis, se analizará la realidad y se propondrán soluciones y explicaciones a las cuestiones observadas.

Analizaremos cada una de las proposiciones:

Hipótesis.- Toda investigación debe partir fundamentalmente de problemas o interrogantes que el historiador se planteará en forma de preguntas. Construir hipótesis será el punto de partida, el instrumento de un proceso metodológico, inscrito dentro de un marco teórico (sea inductivo o deductivo), que nos permitirá recoger datos para orientar la búsqueda de evidencias empíricas o interrogar a las fuentes. Las hipótesis se enfrentarán a estos datos, serán puestas a prueba, a veces se destruirán a lo largo de la investigación, en ocasiones los mismos investigadores construirán hipótesis ad hoc y, en muchos otros casos, aunque haya infinidad de hipótesis de trabajo, que pueden ir surgiendo a lo largo del proceso, no transmitirán las explicaciones satisfactorias que estamos esperando. De ahí la necesidad de que sean:

Operativas.- Si tomamos la significación de operativo como “aquello que obra, que hace su efecto” se habrá de poner en marcha una serie de procedimientos y técnicas concretas que permitan acercarnos a la realidad histórica. La observación (sobre la que se apoya el conocimiento) no puede realizarse “in situ”, entonces los datos históricos habrán de recabarse sobre las huellas y testimonios (documentos), sea a partir del método empírico-racionalista que Alan Chalmers identifica como el inductivismo ingenuo del s. XIX ,el cual se convertirá en el modelo de análisis-síntesis que inspirará toda la historia de base positivista y creerá que lo primero es la recolección pura de los hechos, sea también de manera similar al procedimiento hipotético-deductivo de la falsabilidad de Popper o bien, ya en el s. XX, la búsqueda de las causas, la analogía presente-pasado de los Annales, la dialéctica marxista o las técnicas cuantitativistas.

Explicar.- Después del trabajo científico habrá que responder a los ¿por qué? planteados yendo más allá de la mera descripción (acontecimientos). Podrá hacerse de manera verbal o textual a partir de un discurso referencial analítico, de bases demostrables, lógicas y argumentadas que incluirán relatos o narraciones (a pesar de que la narración o relato histórico, por sí mismos, se conciben como lo contrario del método científico y hasta los a. 60/70 del s.XX remiten a una forma arcaica-romántica- de representar la historia ). Se ha de tener en cuenta, como expone Thompson en su Miseria de la Teoría, que los conceptos de los historiadores son elásticos y la interpretación de la historia cambiará “con las preocupaciones de cada generación, de cada nación de cada clase social….” y también, siguiendo a M. Bloch que la certitud en el conocimiento histórico y el universalismo es una cuestión de grado.

Para explicar el pasado- La tradición positivista mantendrá que las ciencias sociales deben ser explicadas por los mismos procedimientos que las ciencias naturales, planteando hipótesis, agrupando documentos y prestando atención a los sujetos y a las estructuras sociales, mientras que las tradiciones historicista y hermenéutica asimilarán explicación a comprensión lo cual tiene como principal problema la carencia de un criterio de objetividad. Versión naturalista (Hempel) frente a otra culturalista (Droyssen).

Esta historia “comprensiva” fue adoptada por la historiografía de tradición weberiana que buscaba una lógica explicativa de los sucesos basada no en leyes sino en tendencias, por la escuela de los Annales en la consecución de su difícil equilibrio entre historia y ciencia y obviamente por el giro lingüístico y todos los planteamientos antiteóricos del pensamiento postmodernista.

La tercera escuela de los Annales y una parte del marxismo británico habían abandonado toda pretensión de historia total convirtiendo, los primeros, esta disciplina en lo que F. Dosse ha llamado “La historia en migajas”. Con ella la explicación histórica volvía a recuperar el viejo método narrativo, se renunciaba a la finalidad, al progreso y a la causalidad. Se consideraba, además, que todos los elementos se influyen unos a otros con lo cual el conocimiento del pasado humano tan dependiente de valores, contextos y creencias jamás (en esta manera de concebir la historia) podrá ser verdaderamente explicado.

2.-Veracidad y función social del historiador.

La veracidad debería ser la finalidad primordial de toda investigación. Mediante el método científico con su conjunto de reglas y procedimientos universales, que aplican las Ciencias Naturales, se podría llegar al conocimiento objetivo de la verdad si no existieran otros elementos que alteraran esta objetividad en el estudio historiográfico.

Las Ciencias Sociales se encuentran condicionadas por multitud de factores y dificultades que mediatizan la neutralidad ya que la realidad de los seres humanos y su contexto social no es inalterable. Está influido por las circunstancias, por la intencionalidad de su comportamiento, por el significado de sus acciones, por la complejidad, en fin, del gran número de variables que intervienen en la vida de los actores sociales y en los fenómenos históricos. La inmersión en el tiempo del historiador hace también que nunca se deba estudiar el pasado como una mera repetición de acontecimientos ya que los hechos en la historia jamás son repetitivos sino acumulativos. Existe además el componente subjetivo del que el estudioso no puede desprenderse: su cosmovisión, sus creencias e ideologías.

La misma metodología aplicada a la Historiografía presenta problemas: en la observación social se implica el entendimiento, por tanto es una elaboración ideológica y en la explicación histórica se encuentran dificultades de índole subjetiva derivadas de las propias vivencias del hombre.

Si analizamos las citas expuestas encontraremos que la primera corresponde a un planteamiento donde la verdad objetiva es algo no sólo deseable sino obligatorio. El historiador debe actuar poniendo sobre la mesa sus principios e ideología y hacer sus interpretaciones a partir de los mismos. Entonces los lectores conocerán una versión de esta verdad a la cual cualquier historiador debe aspirar.

La segunda cita tiene un componente nacionalista del cual difiero. No todas las acciones del propio país son buenas ni deseables: en este caso sí que la función social del historiador serviría como un revulsivo de las conciencias sociales.

En la tercera se pretende una neutralidad del historiador imposible de conseguir. El historiador como hombre en sociedad debe implicarse en los asuntos de su tiempo, aunque guardando una cierta distancia que le aparte de las pasiones excesivas que nublen su racionalidad.

Actualmente resulta extremadamente difícil adjudicarle una función social al historiador. La función social y la implicación política propia de los intelectuales desde comienzos del s.XX y que tuvo con el marxismo de los años 50/60 su máximo exponente ha quedado diluida en un relativismo abierto con los planteamientos de Khun y los análisis de Foucault. Estamos en la época de los “grandes relatos” que no son más verdaderos ni más falsos que los anteriores sino que responder a un modelo distinto de ciencia. Sin embargo, aún corriendo el riesgo de alejarme de las corrientes presentes, mi espíritu y mi conciencia me dicen que el papel de los intelectuales en sociedad debería continuar siendo un ejemplo y un referente para el resto de los seres humanos.

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